Toda una vida dedicada al arte

VÁZQUEZ CANÓNICO: LA PERFECCIÓN ENCONTRADA

Victoriano CRÉMER

«La escultura, realidad existencial que lleva en sí mismo un problema, es una materia formada, una forma creada. Por tanto, es una forma inédita; antes de ella esa forma no actúa, no existe, después de ella no puede ser otra».

Cabría aplicar la teoría a la colección que Vázquez Canónico presenta, puesto que, evidentemente, toda ella parece responder, más que a la materia formada, a la imaginación renacida, descubierta, sorprendida. Aquí, ante este despliegue de perfecciones técnicas cabría añadir la demanda de Juan Ramón Jiménez: «No la toquéis ya más, que así es la rosa». Y esta sensación o sentimiento de perfección, de vivacidad, de movimiento incluso -que no en vano aludimos a la sensación de vuelo proporcionada por la contemplación de la obra- está tan presente, resulta tan irremediable en la muestra, que resulta difícil contener el impulso de sentir la suavidad de las formas, de percibir por los caminos de la sangre caliente la caricia de la materia patinada, de acoger el vuelo displicente de la paloma, o acariciar la figura envuelta en oros, como en una transfiguración.

La obra de Vázquez Canónico no es, por supuesto, fruto de súbita transmisión de mensajes plásticos, sino el resultado de lenta y sabia maduración de experiencias y de conocimientos. De ahí la belleza, que no necesita romper fronteras conocidas para mantener su originalidad, y la seducción que emana de ella, pese al tamaño, reducido a síntesis más bien, de la Muestra que presenta. Existe en el juego volumétrico de Vázquez Canónico un impulso latente, un fuego interior, que impone al objeto una actitud de evasión, de vuelo, de libertad, incluso en aquellas figuraciones en las cuales parece más acentuado el seguimiento y anotación de las curvaturas sensuales.

Como en la escultura erróneamente se mantiene la idea de su obligado gigantismo, cuando nos hallamos ante un conjunto de reducido tamaño pero tan pleno de perfecciones, asistimos al ceremonial como si se tratara de un milagro. Y un milagro de júbilos, de suavidades de vuelo, de afinadas sensibilidades, es la colección de Vázquez Canónico.