Toda una vida dedicada al arte

DADLE UN ESPACIO

Canónico bucea en cada instante y plasma nexos desconocidos entre los seres humanos o entre el hombre y la naturaleza. Ha recorrido múltiples caminos que han confluido siempre en la perentoria necesidad de salvar de lo informe a la materia, que así no seguirá irredenta, a la vez que van relevándose el envés de sus dudas y la inconformidad de sus amaneceres. Sufre las afiladas aristas de este mundo; mas, pese a todo, nos entrega a cambio el dulcificado contorno de sus creaciones. Para la vista y para el tacto queda un mensaje de ternura de consecuencias indelebles. Por todo esto, en su obra destaca, aun por encima de su perfección formal, su rotunda verdad escultórica.

Quien conozca a Canónico se da cuenta enseguida de que apura cada instante, le urge moldear su vasto mundo interior en erupción constante, las intuiciones, ensueños y vivencias que conforman su atmósfera respirable. De pronto, la materia -bronce, madera, aluminio, poliéster, piedra, escayola patinada, hierro bronceado, mármol- halla el sentido último de su expresividad en las manos de este escultor volcánico y se convierte, por ejemplo, en caballo irisado que estimula tanto la manifestación de la luz como de las sombras, y el equino, que relincha en el silencio de los sentidos, vive en las sugerencias que provoca y galopa, incomparablemente, en nuestro ánimo sorprendido.

Dadle un espacio y dejad que, como un dios que aún no se ha alejado de es- te mundo, cree la realidad que necesita compartir con todos. Dadle un espacio y esculpirá el asombro.

A. MERAYO